¡QUÉ SOLOS SE QUEDAN LOS VIVOS!
A mi padre Fidel Vela García, de quién tanto aprendí…Que solos se quedan los vivos
Que solos se quedan los vivos. Nuestro pequeño homenaje a un gran escritor, pero sobre todo a una grandísima persona.
“Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.”
Antonio Machado.
Aunque nació en un pequeño pueblo de la provincia de Soria, Arcos de Jalón, un 24 de abril de 1934, pronto se trasladó a las afueras de Sigüenza, a una casilla cercana a la vía. Su padre, Segundo, por entonces jefe de obras y mantenimiento de las vías del tren, y su madre Segunda, dedicada a sus labores, procedían de Horna, pueblo a pocos kilómetros de Sigüenza, donde nace el río Henares. Era el mediano de tres hermanos. Familia muy humilde, le tocó vivir su infancia durante la guerra civil y la postguerra. A pesar de la escasez de alimentos, algunos ingresos, un pequeño huerto y algunos animales domésticos le permitieron a él y a su familia ir saliendo adelante.
Su infancia la recuerda con agrado, jugando en la calle con sus amigos, yendo a la escuela, recordando a sus profesores y sus enseñanzas con entusiasmo, viviendo aquella época de su vida con alegría a pesar de todo.
Quedó huérfano de padre a los catorce años. Una mala caída inspeccionando una obra y una posterior infección que no pudo superar (siempre me decía que si hubiera llegado entonces la penicilina a España se hubiera salvado su padre, no lo sabremos nunca). Este hecho, que marcó su adolescencia, supuso un durísimo golpe.
Acabó los estudios obligatorios. Se trasladó al centro de Sigüenza, viviendo en diferentes casas durante unos años. Tuvo varios trabajos, me habló de la fábrica de hielo, de la fábrica de gaseosas, etc. La situación exigía obtener ingresos.
Quizás fue en esta época, en su adolescencia tardía donde con sus amigos, se inició en él su inquietud literaria y política.
Lector incansable, se compraba con el poco dinero que le sobraba, libros y libros de la colección Austral (los más baratos por entonces) que todavía conserva en su biblioteca de cientos de libros.
También empezó a descubrir el placer de escribir sus propias novelas y a contar historias.
Fue también durante estos años cuando comenzó a fumar. Me decía que, al principio no le gustaba, que no disfrutaba y que empezó por emular a los que fumaban.
Se presentó a numerosas oposiciones, la Renfe, al Banco de Aragón, en este último obtuvo una plaza. Su situación cambió radicalmente, no solo logró una cierta estabilidad en lo económico, sino también en lo personal. De esta época son sus primeras novelas, “La consulta”, “La oficina”, el libro de viajes “De Sigüenza a Gormaz”, “Las leyes del éxito”, “El Ruta”, “Los Acorralados” (a este último me referiré más adelante). Cuando le preguntaba “¿cuánto tardabas en escribir estos libros?”, me respondía que tres meses. Esto da una idea de lo prolífico que era en este período.
Su vida transcurrió entre muchos amigos, charlas literarias, incursiones en la política (aunque no eran momentos aquellos y menos en un pueblo, para significarse políticamente).
Años más tarde conoció a la que fue su mujer durante más de sesenta años, mi madre Dolores “Loli”, y tuvo dos hijos. Por entonces ya vivía en un piso encima de lo que ahora es el Banco de Santander antes Banco de Aragón.
A principio de la década de los setenta, y debido a la absorción del Banco de Aragón por el Banco Central, le ofrecieron una plaza en Alcalá de Henares, que suponía ascenso de categoría y de sueldo. Fue una decisión importante en su vida y para su familia, aceptó la plaza, sin duda pensando que era lo mejor para todos nosotros, y a mediados de 1971 nos fuimos a Alcalá a vivir, yo con 7 años y mi hermana con 3 años. Fue una decisión dura, acababa de fallecer la madre de mi madre y costó adaptarse a la nueva situación.
Poco a poco, mi padre y todos nosotros, nos fuimos integrando en la sociedad alcalaína. Aparte de la literatura, su otra gran pasión fue la política. Así, junto con otros compañeros participó en la constitución de la agrupación socialista de Alcalá, fue concejal de la ciudad durante dos legislaturas consecutivas, presidente de la mancomunidad de aguas del Sorbe, y otros cargos. No cobró nunca de la política. La incompatibilidad con su trabajo para dedicarle más tiempo, le llevó a dejarla, pero siguió siendo un militante activo, participando vivamente en mejorar su ciudad, escribiendo artículos de todo tipo que enviaba a los medios de comunicación para su publicación. Ya en su jubilación siguió participando, escribiendo, con interminables paseos por la ciudad, saludando a la gente, porque tenía muchos amigos en la ciudad.
Todo ello, sin olvidar sus orígenes, viajábamos a Sigüenza, en cuanto tenía unos días de vacaciones, y por supuesto, todos los veranos. Construyó su casa en la “finca”, terreno que compró años atrás, era muy feliz esas temporadas, estaba con toda la familia, volvía a saludar a sus muchos amigos del pueblo y a algunos que como él volvían de vacaciones. Este periodo de estancia en Sigüenza se amplió todavía más cuando se jubiló, a veces desde principios de junio hasta finales de octubre, solía decir que cuando el calor apretaba en Alcalá era cuando decidían irse a Sigüenza donde el verano se hacía más soportable.
En estos últimos años, durante el verano, hicimos algunas excursiones. Una de ellas, fuimos a su pueblo natal, estuvimos en su casa de nacimiento en Arcos, junto a la estación, incluso estaba habitada. Hicimos fotos, fue muy entrañable. Visitamos Soria una vez más, paseamos por el centro, por la dehesa, ermita de San Saturio, el río Duero, evocó a Machado al que tanto leyó y admiraba. Visitó su tumba en el pueblo de Colliure.
Otra excursión que hicimos, ahora en coche, emuló el libro de viajes que hizo en su juventud. Así pasamos por Atienza, Rello, El Burgo de Osma, y Gormáz, con su majestuoso castillo.
Fueron excursiones que siempre recordábamos mi padre y yo, con mucha alegría.
También fue en Alcalá donde vieron la luz otras publicaciones, como “Conversaciones en la ciudad de Alcalá de Henares”, “Proceso de paz”, “Cuentos del Henares”, “El Túnel”, “Diga Dos”, “Propuesta democrática”, numerosos artículos y narraciones, etc.
De joven practicó mucho deporte, atletismo, fútbol, pero lo que realmente le gustaba era el tenis. En Sigüenza jugaba con sus amigos en unas eras al pie del castillo. De vez en cuando les acompañaba yo con cuatro o cinco años, y era a mí al que tocaba ir a recoger la pelota cuando se caía ladera abajo. Allí aprendí también a jugar al tenis. Posteriormente jugábamos en el terreno donde construyó la casa, nos pasábamos horas jugando al tenis allí todos los veranos. Se hizo socio del ya desaparecido club Valdeláguila, a unos kilómetros de Alcalá, un club multidisciplinar donde cada deporte tenía sus propias instalaciones y donde íbamos a jugar al tenis varios días por semana. Con el buen tiempo pasábamos el fin de semana allí. Fuero tiempos que los recordábamos con agrado.
Le gustaba jugar a las cartas. Era un extraordinario jugador de “guiñote”, juego muy popular en estas tierras de Guadalajara y Soria, al “tute”, al “subastao”, etc. Lo jugaba en su juventud con sus amigos en Sigüenza, en las tabernas, en el casino, y también lo jugaba con su familia, donde éramos muy aficionados también a los juegos de cartas.
Era un gran conversador, y me hablaba de que había asistido en varias ocasiones a tertulias literarias en Madrid, en el café Gijòn, entre otros, donde conoció a escritores que más adelante se convirtieron en grandes figuras de la literatura española.
De los múltiples debates, discusiones, a veces acaloradas, que manteníamos siempre que nos veíamos, sobre todos los temas que se terciaban ese día, siempre aprendía algo.
Siempre me decía algunas frases y buenos consejos cuando conversábamos, que, a base de repetírmelas, se me han grabado para siempre.
Cuando se producía el fallecimiento de algún familiar o de algunos de sus amigos, me decía, “hijo que solo se quedan los vivos”, y yo le contestaba,” papá ¿no será al revés? “que solo se quedan los muertos” y me respondía “ya te darás cuenta cuando tengas mi edad, que solo nos vamos quedando los vivos”.
Le gustaba pasear, lo hacía en Sigüenza, por el pinar, por sus montes y fuentes, por el pueblo, y lo hacía también por las bonitas calles alcalaínas, a veces, durante horas. Ya cumplidos los ochenta años, los amigos a los que saludaba en sus paseos le decían lo bien que le veían pese a la edad, y yo se lo recordaba a veces y me contestaba, “hijo, es verdad, ahora me encuentro bien, pero hay que estar vigilante porque la salud se pierde en dos días”. Sin duda, tenía también razón.
Cuando le felicitábamos en sus cumpleaños, nos decía, “es bueno ir cumpliendo años, porque la alternativa no es muy recomendable”.
O esta otra, cuando me comentaba que el mayor acto de solidaridad era cuidar de sí mismo. Yo le contestaba que resultaba un poco egoísta, y me replicaba, “no hijo, si tú estás sano podrás cuidar de los demás y nadie deberá cuidar de ti”. Me convencía ante tales argumentos. Así era él.
Sin duda, lo que hizo más feliz a mi padre, fueron sus cuatro nietos, una chica y tres chicos. Los adoraba. Siempre preguntando por ellos, por sus estudios, por su salud. Cuando lo visitaban siempre tenía preparado algún dulce, si era en Alcalá, la costrada alcalaína, o las famosas almendras garrapiñadas de las monjas clarisas de Alcalá. Si era en Sigüenza, les compraba bizcochos borrachos de Guadalajara, helados, y algún dulce seguntino.
Siempre se caracterizó por su seriedad en todo lo que hacía, muy ordenado, incluso llevaba una contabilidad diaria de todos los gastos e ingresos, con su libro diario, mayor y balances. Muy meticuloso en lo que hacía.
También tenía un gran sentido del humor. Siempre me repetía algunas situaciones o comentarios graciosos, como aquel en que su nieta, muy pequeña todavía, le decía, cuando le vio un día tomarse una pastilla, “abuelo, ¿por qué te tomas esa pastilla de color rosa que es de mujeres? Tú tienes que tomar la de color azul que es de hombres”. O aquel día que pagando en un restaurante con tarjeta de crédito y marcando el número PIN en el datafono con discreción, su nieta, que en eso momento estudiaba los números, iba cantando en voz alta el número secreto que marcaba mi padre. O en otra ocasión, uno de sus nietos, le comentaba “¿abuelo, por qué compras todos los días el periódico? Cómprate uno para siempre”.
Fue un luchador toda su vida, una persona hecha a sí misma, austero, poco amante del lujo y de lo superfluo, ahorrador. Una persona honrada, defensor de sus ideas y principios.
Pero lo que realmente fue, es un extraordinario escritor, a la altura de los más grandes, según entendidos en la materia. Sus descripciones de los personajes, de los paisajes, de los temas que han tratado sus escritos lo avalan. Recibió varios premios literarios de diferentes obras, accésit premio Eugenio D’Ors, accésit premio Ciudad de Ermua, accésit premio Jara Carrillo, premio revista Ferroviarios, entre otros. Su obra literaria la han catalogado los entendidos dentro del realismo literario, y más concretamente en el realismo trágico. Escribía y publicaba esencialmente para que la gente leyera sus libros, para regalarlos entre amigos y familiares, y no sólo para venderlos, aunque perdiera dinero con ello.
También pintó numerosos cuadros y realizó unas esculturas-pinturas que distribuyó entre sus familiares y amigos y que algunas son portada de sus libros.
La novela de “Los Acorralados”, que publicó y presentamos el 29 de junio de este año en la biblioteca municipal pública Cardenal Cisneros de Alcalá de Henares, tiene una especial historia. La novela fue escrita en su juventud. Con el tiempo se fueron publicando y presentando otros libros suyos, pero éste en concreto, no entendía yo porqué razón, permanecía en un cajón mecanografiado y no se publicaba. Durante mucho tiempo le preguntaba a mi padre el porqué, pero nunca obtuve una respuesta convincente. Hasta que un día, hace ya dos años, casi le obligué a que me diera el texto, lo digitalicé y al poco tiempo se lo entregué corregido con la intención de publicarlo de una vez. Ahí estuvo un año más parado, quería corregir alguna cosa, incluso modificar el final de la novela, pero se cansaba ya mucho, al final se quedó como lo escribió originalmente. A principios de este año le convencí, lo publicamos y lo presentamos en un acto muy entrañable, con muchos de sus amigos. Él ya no pudo asistir a este acto y me pidió que le representara en su nombre y así lo hice. En el momento actual, estamos promocionado el libro, como un homenaje más a mi padre. Fue su último libro publicado.
Alguna vez me comentó que tenía decenas de artículos archivados que había ido enviando a los medios de comunicación y que había suficiente materia para publicarlos todos en un libro. Tomé nota.
Siempre se lamentó de no haber escrito mucho más, era su gran pasión, leer y escribir. Y en alguna ocasión me dijo que, aunque estaba, en general, muy satisfecho de toda su obra, que no lo estaba tanto con los personajes principales de sus novelas, los consideraba débiles, conformistas y pusilánimes.
A principios del año pasado fue invitado a dar una charla sobre su obra literaria y en especial sobre su libro “El Ruta” en la Biblioteca Municipal Pública de Galápagos organizado por su directora. Le animé a acudir, que yo le acompañaba, a pesar de que ya no quería moverse mucho. Al final acudió el solo. Me comentó que fue un acto muy bonito. Unos meses más tarde, en noviembre, acudimos a otro acto celebrado en el auditorio de “El Posito” en Sigüenza, organizado por la Diputación Provincial de Guadalajara, en colaboración con la red de bibliotecas municipales de la provincia. Más de cuatrocientas personas de clubes de lectura de diferentes bibliotecas, departieron con mi padre sobre su novela “EL Ruta”, asistieron, entre otros, otro escritor seguntino muy amigo de mi padre que también presentaba un libro, el Ayuntamiento de Sigüenza, representado por sus concejalas de Cultura y de Mujer, y la directora de la Biblioteca de Galápagos, persona muy amiga de mi padre y a la que le estamos muy agradecidos por muchos motivos. Fue un acto muy entrañable, mi padre se sintió muy a gusto todo el tiempo, olvidándose por un momento de todos sus males. Fue su última aparición en público.
Era, en palabras de Machado, “un hombre, en el buen sentido de la palabra, bueno”.
En el mes de junio del pasado año, le diagnosticaron una dolencia grave. Fue un golpe inesperado para todos nosotros. Nuestra vida cambió radicalmente. Aceptó, sin dudarlo, el tratamiento ofrecido por los médicos. La medicación que se tomaba era cada vez más fuerte a medida que pasaban los meses.
Los últimos quince meses fueron muy duros para él y para su familia. Él quiso luchar hasta el final y nosotros le apoyamos, le ayudamos en todo. Fueron interminables los días en el hospital, de consulta en consulta, de espera en espera, de pruebas médicas, horas y horas, se cansaba mucho, pero resistía, me decía “hijo, hay que hacer caso a los médicos, no saben mucho, pero nosotros sabemos menos”. Y ahí estuvimos meses y meses. Sólo mi familia y mi madre, sobre todo, sabemos lo que luchó, luchamos.
En los últimos días nos decía que cuidáramos de nuestra madre (en eso estamos papá ahora). Le contestábamos que todo estaba en orden y que estuviera tranquilo.
En la madrugada del 31 de agosto de 2023, nos dejó.
Murió, como vivió, con dignidad.
Su sola presencia nos llenaba la vida, ahora en su ausencia nos la vacía.
Aprendí, aprendimos de él muchas cosas, ese es el importante legado que nos dejó. Aprendí a no darme por vencido, a luchar por las cosas. Aprendí a querer a mi familia y amigos. Aprendí a valorar las cosas, por muy insignificantes que fueran. Aprendí a no ver sólo lo negro o lo blanco, si no a valorar también el gris. Aprendí a respetar a los demás.
Aprendí a vivir y aprendí a morir.
Gracias papá, te queremos.
“Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando; cuán presto se va el placer; cómo después de acordado da dolor; cómo a nuestro parecer cualquiera tiempo pasado fue mejor.”
(Jorge Manrique)
Octavio Vela López.
Octubre 2023
(*) Estás líneas no pretenden ser una resumida biografía de mi padre Fidel, simplemente reflejan un acercamiento a su vida y obra literaria. Pido disculpas si existen inexactitudes en los lugares, fechas y personas, pero están escritas desde el recuerdo y de lo que me comentó en vida. Lo aquí escrito es de mi única y exclusiva responsabilidad.