La importancia de llamarse Ernesto vuelve al Teatro Lara
La importancia de llamarse Ernesto, con más de 70 funciones, vuelve los martes a las 20:00 al Teatro Lara. La historia del supuesto Ernesto, Gwendolen y Cecily ha sido uno de los éxitos de la pasada temporada del Teatro Lara y llega de nuevo para quedarse, más fresco y sexy que nunca.
Al mismo tiempo, en la sala Lola Membrives, la compañía madrileña capitaneada por el dramaturgo Ramón Paso y las actrices Inés Kerzán y Ana Azorín, vuelve con Las leyes de la relatividad aplicada a las relaciones sexuales en segundo horario, a las 22:15h.«Con nuestros montajes buscamos que al público se les cree sensaciones fuertes, sacarlos de la zona de confort.» (Ramón Paso.)La importancia de llamarse Ernesto es una comedia de enredo ante una falsa identidad que impacta perfectamente en la sociedad actual, marcada por las apariencias y la falsa imagen de éxito y felicidad que damos en redes sociales. Según su director, Ramón Paso, «Hay una crítica muy inteligente a la hipocresía que conecta con el público y les hace divertirse. Además, el montaje es muy fresco, muy sexy, muy desenfadado y, al terminar, sales con una sonrisa en los labios. La realidad es que la gente se ríe mucho. Se lo pasa muy bien.»
La importancia de llamarse Ernesto lleva más de 70 funciones a sus espaldas y no ha dado más que alegrías a sus componentes. «¡70 funciones! ¡No era consciente de que lleváramos tantas!», confiesa Ana Azorín, una de las fundadoras de la compañía y que interpreta a Cecily. «Se ha convertido en uno de mis personajes preferidos. Curiosamente me costó más el proceso de creación de este personaje que el de otros, pero creo que el resultado ha sido muy bueno. Me encanta la conexión que se crea con el público. Para mí, eso es lo mejor que tiene la comedia«, asegura la actriz y productora.
La compañía se ha convertido en un imprescindible de la programación del Teatro Lara. A lo largo de esta temporada estrenarán tres nuevos proyectos más en el teatro de Corredera Baja, entre ellos, una versión de un guión de Woody Allen y una función de Jardiel Poncela, bisabuelo de Ramón Paso. «Tener una compañía privada, en los tiempos que corren, es complicado. Pero a la vez, poder hacer el teatro que nos apetece, el que realmente queremos hacer, es un lujo», afirma Azorín. «Lo único que tienen en común todos nuestros montajes es que nos dejamos llevar por los sentimientos,» cuenta Paso. «Nosotros no hacemos lo que nos puede convenir más o menos, sino lo que sentimos, lo que nos apetece y nos llega. Eso provoca alegría y, en el escenario, se transmite. Si no nos gustase tanto lo que hacemos, no podríamos dedicarle tantas horas.»